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Las Dos Salmas

Transcript by Morris / HayekHeaven.net
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La actriz mexicana vive el sueño de su vida: interpretar a Frida Kahlo. Una mujer que logró mimetizarse con un personaje nada fácil. Reviva la pasión de Salma Hayek.

Por Alicia Aldrete / Cambio Magazine
Fotos Atonatiuh S. Bracho

Frida Kahlo siempre apareció como una mujer atormentada. La polio que le afectó la pierna derecha, el accidente que sufrió en un tranvía, su amor por Diego Rivera, las operaciones a las que se sometió, los abortos y los amoríos de ambos (de Frida y de Diego), le infundieron un halo de martirio constante y de intensidad cotidiana. De escándalo. Es eso lo que transmiten sus cuadros, su rostro de cejas encontradas, la sombra de un bigote incipiente, su manera única de vestir. Otra Frida, diferente pero idéntica, fue la que nos recibió el miércoles de la semana pasada en el Foro 5 de los Estudios Churubusco, en la Ciudad de México. A pesar de que lucía un traje como los que usaba la Kahlo, esta Frida -Salma Hayek- de enaguas color lavanda, blusa bordada, trenzas en chongo y muchos anillos, era más fresca, más bonita y menos dolorida.

"Hola", dijo a todos de un modo llano y saludó a cada uno con un beso. Sonrió con sencillez y nos invitó a recorrer la historia de Frida -suya ahora- en las reproducciones que se hicieron para la cinta que protagoniza.

LAS KAHLO

La Frida del siglo XXI también tiene una larga historia -de más de 10 años-. Arrancó con Madonna, la primera en postularse para el papel de Frida, a finales de los años 80. La cantante -coleccionista de la obra Kahlo- ya había interpretado a Evita y se imaginó de Frida. En varias ocasiones visitó México con el propósito de sondear los ánimos mexicanos, de acercarse al personaje. El episodio no prosperó y sólo quedó en anécdota.

"Jennifer será Frida, hay que ver la realidad, y en el negocio del cine mundial hace falta una estrella que tenga el poder taquillero y la capacidad de atraer a un público joven", sentenció Luis Valdez a principios de 2000 al referirse a la cinta Las Dos Fridas, que quiso realizar a principios de los 90, con Laura San Giacomo y Raúl Julia como protagonistas. El problema de Valdez -director de La Bamba- fue que no eligió actores mexicanos, lo que provocó una ola de protestas por parte de la comunidad artística latina. Con guión terminado y una Frida y un Diego ya contratados tuvo que guardar el proyecto y olvidarse de su idea por un tiempo. En la versión 2000 de la Frida de Valdez, junto con Jennifer estarían Richard Gere y Leonardo DiCaprio y Francis Ford Coppola en la dirección.

A mediados de los 90 Salma entró en escena y se apropió del personaje. Fue cuando la cadena de cable HBO contrató al mexicano Roberto Sneider (director de Dos Crímenes) para dirigir Frida. El proyecto pasó de HBO a Trimark, y finalmente a Miramax. Sneider no se quedó. Salma, en cambio, comenzó a adentrarse en la vida de la pintora, a tal grado que no le fue difícil asumir la personalidad de Kahlo al momento de pararse frente a las cámaras.

También fueron varios directores de cine -de talla internacional- quienes estuvieron involucrados. El brasileño Walter Salles -Estación central-, el irlandés Jim Sheridan -En el nombre del padre-, el español Pedro Almodóvar -Tacones Lejanos-, todos, en su momento, se acercaron al proyecto hasta que Julie Taymor, conocida por la cinta Titus (2000) -ópera prima estelarizada por Anthony Hopkins y Jessica Lange-, así como por la puesta en escena de El Rey León en Broadway.

El guión de Frida contó con su capítulo particular, en el que siete especialistas -por lo menos- escribieron y rescribieron la historia, entre ellos la propia Salma y, se dice, su novio el actor Edward Norton. Sin contar a Valdez, que ya tiene guión y película en la mira.

MÁGICO TOUR

Parte de Frida se filmó en los Estudios Churubusco, una mini ciudad llena de tráfico pesado -camiones y tráileres- que circulaban o trataban de estacionarse en los 12,200 metros cuadrados de superficie total. De los nueve foros, tres fueron utilizados para la cinta de Salma: el 4, 5 y 6. El ambiente reproducía el caos vial en hora pico. Los habitantes -de las más disímbolas especialidades- se veían con prisa por llegar a su destino: personas que empujaban diablitos, subían a los remolques, cargaban herramientas, mangueras y focos de un lado para el otro. Y, en efecto, salvo nosotros no había periodistas a la vista. La tarde estaba nublada y el aire fresco.

Adentro, el entusiasmo de la Frida del siglo XXI lo contagiaba todo. Sus largas faldas revolotearon sin descanso y su sonrisa sedujo a cuantos encontraba a su paso. Salma es bajita, delgada, pero su fuerza incontenible magnificaba cada gesto, cada palabra, cada ademán. Su rostro parece hecho para las cámaras, sus facciones son armoniosas. Es un ser mediático. Alguien comentó: "En una fiesta, después de muchos tragos, tomamos la foto del recuerdo, y mientras uno aparece maltrecho, enfiestado, ella adquiere dimensiones espectaculares".

Salma nos apuraba para que viéramos lo que había que ver. Ocupó el lugar de guía, y con un suave vaivén en su andar -producto de la leve cojera que le provocan los zapatos diseñados para tal efecto- nos adentró en episodios históricos y en las situaciones que interpretó, que más parecían acabadas de vivir. "En este estudio me despedí de Trotsky, y por eso están las ventanas tapiadas; fue cuando terminamos nuestra relación. Acá, pásenle todos, ésta es mi cama", y al ver el mueble es imposible no recordar que ahí pasó la verdadera Frida el largo martirio de sus últimos días. "Decía 'ésta soy yo'. Pintaba lo que sentía, su dolor, su sexualidad y lo hacía con gran sentido del humor, quizá un poco macabro. Su último cuadro se llama Viva la vida", relató Salma en sintonía con nuestros pensamientos. "Aquí es donde pintó, todavía de pie", y posó, sin hacerse del rogar, junto al caballete que tenía un cuadro casi terminado… ¿de Frida, de Salma? Quién sabe, porque esta Frida también fuma y pinta, como la otra: "Antes de venir a México tomé clases en Nueva York. Mis maestros se sorprendieron, hice ya varios autorretratos que me quedaron muy bien. Es como si me hubiera poseído el alma de Frida".

En el patio de la casa de los Kahlo -de color rosa en ese tiempo, que luego fue azul y ahora es un museo, en Coyoacán (México, DF)- Salma convocó al equipo para una foto general. Detrás de la balaustrada se acomodaron Trotsky, Nelson Rockefeller y Cristina Kahlo. Los diferentes espacios delimitaban las épocas; pasábamos años con sólo atravesar un delgado muro. En realidad Frida se enamoró de Trotsky en 1938, se mudó a la casa de sus padres en 1941 y quedó postrada en la década de los 50 en la misma finca de Coyoacán. El tiempo que sí obedecía una cronología formal era el del trabajo de producción de 14 semanas, de las cuales ya se consumieron casi todas.

El paseo continuaba y Salma siguió explicándonos: "Aquí estamos en Nueva York, allá está el mural que pintó Diego en el Rockefeller Center (1933). Aquel es el piso 2 de la Secretaría de Educación, donde visitaba a Diego cuando estaba casado con Lupe Marín (1927)".

Frida interrumpió el tour para buscar a su bicho (término que en México significa insecto) Edward Norton, que es Nelson Rockefeller en la cinta, y su novio en la vida real. Con él cerca, la actriz se convirtió en traductora simultánea inglés-español y el rostro se le iluminó de alegría. Aunque Norton tiene un papel pequeño en la película, era evidente que ocupa un lugar enorme en la vida de la protagonista, y ni ella ni él lo disimulaban aquel día.

Trotksy -Geoffrey Rush- entraba y salía de escena, todo circunspecto buscaba sus lentes al tiempo que desmentía el recuerdo que dejó la locura del Marqués de Sade en Letras Prohibidas, un filme que se estrenó hace poco.

Los únicos que no aparecieron ese día fueron Diego (Alfred Molina), Siqueiros (Antonio Banderas), Tina Modotti (Ashley Judd), Guillermo y Matilde Kahlo (Roger Rees y Patricia Reyes Spíndola).

Para esas horas compartíamos -además del apetito- una historia que se antojaba confusa por el juego de similitudes: no se sabía si estaba narrada en presente, primera persona o como desempeño profesional de Salma. El parecido entre la pintora y la actriz no es fortuito, obedece a una verdad física, al gusto de las dos por vivir y por hacer. "Soy de la misma estatura que Frida -nos dijo-, me probé varios vestidos de ella y me quedaron perfecto".

ANTES DEL LLAMADO

"Vamos a comer, por favor -insistía Salma- me muero de hambre". El comedor de los estudios está casi al aire libre: es un corredor cubierto por toldos. El menú era tan variado como el aspecto de los comensales: jóvenes de pelo rojo y largo, técnicos de todas las especialidades, visitantes distinguidos.

Elegimos una mesa grande para sentarnos juntos. Todavía vestida de Frida se formó detrás de sus compañeros y se sirvió albóndigas, arroz rojo, un poco de ensalada y refresco de dieta. Comió con gusto y no abandonó a plática, ni la versión en inglés que Norton -que se sentó a su lado- no perdiera detalle, aunque su español es ya bastante bueno. Del otro, se acomodó Cristina, Mia Maestro, la de Tango, que vuelve a ser hermana de Salma como lo fue en la cinta En el tiempo de las mariposas, en la que ambas mueren por oponerse al régimen del dictador Rafael Trujillo, en República Dominicana.

La cabecera la ocupó Julie Taymor, directora de Frida. No habla español, pero eso no la dejó fuera de la convivencia. A Julie se le conoce más en el mundo del teatro. Es famosa por los títeres y máscaras que diseña, de inspiración oriental producto de largas temporadas que pasó de joven en Indonesia.

Salma nos ofreció postre. Se levantó y trajo varios platos de ate y queso. Retomó el tema que la ocupaba -Frida- y pidió un cigarrillo, que se fumó y disfrutó como si tuviera años en el vicio, cuando la verdad es que aprendió a fumar para la película.

Edward Norton se mostró amable y educado. Podría confundirse con cualquier muchacho que camina por el parque o que se sienta en un café. Vestía pantalón de mezclilla, camiseta blanca y tenis. Nada tiene que ver con sus interpretaciones en El club de la pelea e Historia Americana X.

Norton estudió en Yale, y su debut en el cine apenas data de 1996. Es un conversador entretenido. Contó cómo se conocieron sus padres en el metro de Nueva York; calificó de "no muy profunda" la cinta en la que participa con Robert De Niro y Marlon Brando, y se entretuvo con la historia del mural de Rivera en el Rockefeller Center: "La obra se le encargó primero a Picasso pero no aceptó", dijo. "Pasaron otros artistas, y por insistencia del hijo de Rockefeller se le hizo el pedido al muralista mexicano. Cuando presentó el boceto original no figuraba Lenin, éste apareció como revancha de Diego por las críticas que despertó su proyecto".

Mia Maestro estuvo siempre muy atenta a las conversaciones. Es excepcionalmente bella. De veras parecía hermana menor de Frida, o de Salma, y así se comportaba. Conversó con suavidad y dejo argentino, un detalle que delató la ausencia de verdaderos lazos familiares.

Cuando llamaron a Salma de nuevo a filmación, Mia se quedó son su cuñado y le tradujo las conversaciones de sobremesa.
Poco a poco, uno a uno, todos se fueron a continuar su trabajo. También nosotros, con la impresión de haber vivido por dentro el milagro de las dos Fridas.

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