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CRÍTICA La Gran Vida

¿De qué trata?

Martín es un conductor de autobús que ha decidido suicidarse. A sus treinta y tantos se considera un fracasado en todos los aspectos de su vida. Cuando está a punto de tirarse de un puente, aparece un individuo que le propone un negocio: si está dispuesto a matarse, seguro que no le va de dos semanas y durante ese plazo puede pedir un préstamo millonario. Tras pasar dos semanas de lujo y desenfreno, si aún sigue con ganas de matarse, perfecto, ya que los prestamistas se encargarán de hacer el trabajo sucio. Sin embargo, nada más comenzar su vida como rico, Martín encuentra muchos alicientes, en especial uno llamado Lola y con forma de camarera mexicana, que pronto le hará cambiar de opinión.

Sobre la producción

Antonio Cuadri tuvo el proyecto entre manos desde hace tres años, cuando junto a Alex Ortoll planeó la posibilidad de recrear la historia de un suicida que fuese, a partes iguales, Fausto y Ceniciento. La idea fue inmediatamente aceptada por Boca a Boca, ya que Cuadri había trabajado para la productora en "Al salir de clase", que se ha convertido en toda una cantera para aquellos que quieran trabajar en el cine. Lo único claro e inamovible desde el primer momento fue la elección de Carmelo Gómez como protagonista masculino. El actor leonés había estado pidiendo a gritos en los últimos tiempos la oportunidad de realizar una comedia romántica actual, lejos de los personajes torturados y oscuros que suele interpretar. La decisión de elegir a una actriz de Hollywood como Salma Hayek para ser la protagonista era una apuesta arriesgada y ambiciosa que la productura decidió correr por la confianza que tiene en el proyecto y que de momento le ha valido por el momento que la película, antes de estrenarse, tenga asegurada su distribución en Estados Unidos y México. El guión lo escriben Fernando León ("Barrio") y Carlos Asorey, nombres que dan cierta garantía a la calidad de la historia.

Nuestra Crítica

Cómo hacerse millonario de la manera más fácil y disfrutarlo. Esa es "la gran vida" que se pega Carmelo Gómez dejando lejos a sus fantasmas interiores y pasando a ser de la noche a la mañana un auténtico derrochador. Con la condición de que al final se quite del medio. Es ésta una película irregular, con un principio prometedor, vemos a Martín (Gómez) agobiado por su rutina laboral, su vida gris y su soledad, algo que nos resulta a veces familiar, nada de extraordinario ocurre en su vida. Pero a medida que transcurre el filme, un cúmulo de casualidades todas estudiadas de antemano, le brindan la luz a ese túnel que hasta ahora era su existencia. En esa nueva fase de la película -también nueva etapa en la vida de Martín- todo se nos brinda muy fácil, no sólo la ligereza con que el protagonista puede echar una rúbrica a un cheque sino también la ligereza de los diálogos, la mala caracterización de los personajes, lo impreciso y confuso de las situaciones. Porque el espectador se pierde en alguna ocasión, no sabe a ciencia cierta quienes están con unos y quienes con otros, si Lola (Salma Hayek) es una resentida social, una "vive la vida" o una compinchada de todo el tinglado; si Martín es generoso con el dinero y lo reparte a quien más lo necesita, es el caso de su vecina, o lo tira por la borda. Es tal la desorientación que en cualquier momento uno cree que va a aparecer una cámara oculta y que va a ser un montaje. Pero afortunadamente, esa no era la intención del director. Afortunadamente porque hubiera complicado más una trama de por sí enrevesada. Poco, poco hay que rascar en esta película. Apenas son creíbles las lecciones de vida presuntamente solidarias que de vez en cuando sueltan los personajes, porque esta película no refleja ni eso. Sólo muestra un hipotético acontecimiento, más bien remoto, el hecho de qué haríamos si tuviéramos muchos billetes bajo el brazo. Hay en "La gran vida" una tímida crítica al mundo de los ricos, de los banqueros, de los círculos financieros, en suma. Es una lástima no haberla ironizado más. El único reclamo para el espectador: Hayek y Gómez juntos. Lo peor: la fotografía, es un pecado rodar en el viaducto de Madrid y tener que sobreponer un fondo.

Berta Sánchez de León

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